Alcanzar las metas tiene sus tropiezos. 
A veces la inmadurez, otras la tozudez hacen que los objetivosmuchas veces se tornen tan imposibles como volar. Cuando uno es demasiado soñador, inocente, o delirante,las expectativas nos surten un sopapo sórdido y desalentador que nos modifica las estructuras de tal manera que solemosboicotearnos y, pesimistas nos hundimos en un lamento pococonstructivo. Si fuéramos más honestos con nosotros mismos
menos caprichosos o perseverantes. Más accesibles,e indulgentes, seguramente nos sentiríamos más cómodos,más perceptivos y abiertos a la crítica, más seguros y paso a paso,sin esperar demasiado, la vida, el entorno, el destino nossorprendería satisfactoriamente.
Uno es lo que es, lo que hace, lo que dice, lo que piensa. Uno es lo que sueña, lo que construye, lo que ama. En definitiva, uno es el reflejo de la mirada de los otros, pero sobretodo es el espejo de su propia mirada.Aceptar las circunstancias, ser feliz con lo mediato, albergar las ilusiones, esa utópica razón que nos diferencia del resto, puede llegar a ser el motor que nos impulsa. Pero tener la capacidad, el valor, la entereza que una vez logrado, podamos mantener, disfrutar,compartir esa meta, es nuestro mayor reto.